No conozco extensamente la obra de Felisberto
Hernández. Recién tuve la ocasión de leer dos de sus obras, “Mi
primer concierto” y “Por los tiempos de Clemente Colling”
y debo señalar que este pequeño preludio incita a deleitar su obra
entera. Estos dos textos no pueden leerse de cualquier
manera. Acercarse a esta creación literaria, no es un ejercicio de
lectura, ante todo es un ejercicio de escucha, y esto porque la narrativa tiene
su propia banda sonora.
Requiere sentarse cómodamente y cerrar por instantes los ojos para escuchar los sonidos, pero también el silencio,
Requiere sentarse cómodamente y cerrar por instantes los ojos para escuchar los sonidos, pero también el silencio,
"Al
silencio le gustaba escuchar la música; oía hasta la última resonancia y
después se quedaba pensando en lo que había escuchado. Sus opiniones tardaban.
Pero cuando el silencio ya era de confianza, intervenía en la música: pasaba
entre los sonidos como un gato con su gran cola negra y los dejaba llenos de
intenciones". (Hernández, El Balcón)
"Por los Tiempos de Clemente Colling”, es la historia
de un niño, o de un adulto con ojos de niño, que recuerda la época en que
conoció a un desaliñado y virtuoso pianista ciego llamado Clemente
Colling. En el cuento corto, hay un personaje invisible pero
principal en la narración: el sonido, o más bien una multiplicidad de sonidos
que en su conjunto invitan a un baile, “(m)ás bien estaba en ciertos
giros, ritmos o recodos que de pronto llevaban la conversación a lugares que no
parecían de la realidad.”
Basta leer las primeras páginas para imaginar los sonidos
de la ciudad, del tranvía, de sus ruedas que “chillan” sobre los rieles con un
ruido ensordecedor. Luego, el relato se detiene en describir a tres
personajes que se recuerdan con cariño por el Felisberto niño “las tres
longevas”, cuyas voces combinadas a veces iluminan la penumbra, llamadas por su
tía como las del “chistido” por el sonido que producían sus labios, a veces al
unísono. No es gratuito que Clemente sea un
ciego, se dice que cuando se carece de uno de los sentidos, los otros se
agudizan, es la invitación que nos hace el autor, a aguzar el oído, y disfrutar
el concierto de piano a cuatro manos que acompaña esta novela corta.
No sabemos si es autobiográfico, pero “Mi primer concierto”
también es un relato en primera persona, esta vez de un pianista (como el
propio Felisberto) que nos transmite la angustia del debut de un artista en
ciernes. Esta vez el protagonista oculto es su compañero musical, un
piano a quien retrata como un sarcófago, como un cañón, sin importar cuantos
días y noches se miraron, se tocaron, se quisieron y fueron uno solo, esta
noche su inseparable compinche es su pesadilla, su enemigo a “atacar”, antes
del “accidente que se ve venir”.
Bogotá D.C., 17 de abril de
2012
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