La música es melodía, armonía, ritmo y
sonoridad. ¿Cuáles son sus orígenes? La arqueología y la
antropología, han evidenciado que al lado de los instrumentos de caza y
aquellos relacionados con la alimentación, diferentes expresiones artísticas
han acompañado el tránsito del ser humano por la Tierra. Si bien en
Nuestra América no se ha resuelto la pregunta por la música que tocaban los
primeros habitantes del continente, si nos han heredado el testimonio de
algunos de los elementos que servían para los propósitos de comunicación,
sanación o festivos; conchas de mar, pequeñas ocarinas de barro,
silbatos de hueso, pequeñas sonajeras de madera, entre otros.
Ya deberíamos saberlo. La música
hace parte del ser humano. Los latidos de nuestro corazón marcan de
manera natural el ritmo; nuestra voz, seguramente fue el primer instrumento
musical; al andar, no solo hacemos camino, también muestras sonoras; y nuestra
cavidad torácica es una inmejorable caja musical. La música, el sonido, y
el sentido del silencio son esenciales a la vida humana.
Los pasos perdidos (1953) de Alejo Carpentier, se inscribe en
esta búsqueda. Esta novela relata la odisea de un musicólogo que
hastiado de su vida sombría, acepta el encargo de remontar el río Orinoco en
busca de un instrumento precolombino para una universidad estadounidense.
El innominado protagonista había intentado en aquella edad en que ninguna
aventura nos parece imposible, responder la cuestión sobre los orígenes de la
música, con una ingeniosa “teoría del mimetismo – mágico rítmico”,
“Inconforme con las ideas generalmente
sustentadas acerca del origen de la música, yo había empezado a elaborar una
ingeniosa teoría que explicaba el nacimiento de la expresión rítmica primordial
por el afán de remedar el paso de los animales o el canto de las aves” (20).